Los espías Rosenberg: ¿Culpables o víctimas de la paranoia anticomunista?
Julius y Ethel Rosenberg pasaron a la historia como el primer matrimonio civil estadounidense ejecutado por espionaje. Acusados de proporcionar información clasificada sobre la bomba atómica a la Unión Soviética, su juicio se convirtió en un símbolo de la tensión ideológica durante los primeros años de la Guerra Fría. El 19 de junio de 1953, ambos fueron ejecutados en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing, dejando huérfanos a sus dos hijos pequeños, Michael y Robert.
La versión oficial sostiene que Julius Rosenberg, ingeniero eléctrico, dirigió una red de espionaje que transmitió secretos nucleares a la URSS, acelerando su programa atómico. Ethel, su esposa, habría sido su cómplice, mecanografiando los informes clave. Sin embargo, documentos desclasificados décadas después y testimonios posteriores han puesto en duda esta narrativa, especialmente en lo que respecta a Ethel, generando un intenso debate sobre la legitimidad del proceso y la proporcionalidad de la sentencia.
La detención: El inicio de una cacería de brujas
Todo comenzó en 1950, cuando las autoridades estadounidenses arrestaron a Klaus Fuchs, un físico que trabajó en el Proyecto Manhattan y confesó haber pasado información a los soviéticos. A partir de su confesión, el FBI siguió una cadena de contactos que eventualmente los llevó hasta Julius Rosenberg. El matrimonio fue detenido en el verano de 1950, acusados de conspiración para cometer espionaje.
¿Sabías que el caso Rosenberg fue contemporáneo a las infames “listas negras” de Hollywood y al auge del macartismo? La paranoia anticomunista estaba en su punto álgido, y el FBI necesitaba desesperadamente “éxitos” mediáticos para justificar la creciente vigilancia interna. El matrimonio Rosenberg, judíos, izquierdistas y con pasado comunista, eran los chivos expiatorios perfectos para el espectáculo que J. Edgar Hoover quería montar. Como diría años después el fiscal Roy Cohn: “Lo importante no era si eran culpables, sino que parecieran culpables”. Este mismo Cohn se convertiría después en mentor de un joven Donald Trump, ¡vaya círculo de influencias!
El juicio: Pruebas controvertidas y testimonios cuestionables
El juicio comenzó en marzo de 1951 y duró apenas tres semanas. Las pruebas principales contra los Rosenberg provinieron del testimonio de David Greenglass, hermano de Ethel, quien afirmó que Julius le había reclutado para proporcionar información sobre el Proyecto Manhattan, donde trabajaba como mecánico. Según Greenglass, Ethel habría mecanografiado los informes con la información clasificada.
El jurado tardó solo unas horas en declarar culpables a los Rosenberg, y el juez Irving Kaufman los sentenció a muerte, argumentando que su crimen era “peor que el asesinato” porque habían puesto en peligro a millones de estadounidenses al acelerar la capacidad nuclear soviética.
El testimonio de David Greenglass fue obtenido bajo una inmensa presión: el FBI amenazó con procesar también a su esposa Ruth si no cooperaba. Décadas después, en una entrevista de 2001, Greenglass admitió haber mentido sobre el papel de su hermana para proteger a su propia esposa, diciendo: “Mi mujer está más importante que mi hermana. O, digamos, al menos estaba viva”. Imagina vivir con esa carga: haber enviado a tu hermana a la silla eléctrica con un testimonio falso. ¿Y quién le escribió los guiones al mecánico Greenglass? Los propios agentes del FBI, que necesitaban urgentemente un testimonio que sonara “creíble” y “técnico” para justificar la condena a muerte.
Las pruebas secretas: El proyecto VENONA
Durante décadas, los defensores de los Rosenberg argumentaron que fueron víctimas de un proceso judicial irregular motivado por el clima de histeria anticomunista. Sin embargo, en 1995, la NSA desclasificó el Proyecto VENONA, un programa de inteligencia que había logrado descifrar mensajes diplomáticos soviéticos de los años 40. Estos documentos parecían confirmar la implicación de Julius Rosenberg en actividades de espionaje, aunque utilizando el nombre en clave “Liberal”.
Curiosamente, estos documentos mostraban poca o ninguna evidencia sobre la participación de Ethel, reforzando la teoría de que su condena pudo haber sido una táctica para presionar a Julius a confesar.
Lo más surrealista del caso es que ninguna de estas “pruebas definitivas” de VENONA fueron presentadas durante el juicio. ¿Por qué? Porque revelar su existencia habría alertado a los soviéticos de que Estados Unidos podía descifrar sus comunicaciones. Así que se condenó a muerte a dos personas basándose en pruebas que sus abogados nunca pudieron rebatir y que el jurado nunca vio. Además, los documentos VENONA no son tan concluyentes como se presentaron: identifican a “Liberal” como agente, pero la conexión con Julius se basa en interpretaciones contextuales, no en pruebas irrefutables. Es como jugar al teléfono escacharrado, pero con vidas humanas en juego.
La campaña de clemencia y las ejecuciones
Entre la sentencia y la ejecución transcurrieron dos años, durante los cuales se organizó una masiva campaña internacional solicitando clemencia para el matrimonio. Personalidades como Albert Einstein, Pablo Picasso y el Papa Pío XII pidieron que se conmutara la pena de muerte. Sin embargo, el presidente Eisenhower rechazó conceder el indulto.
El 19 de junio de 1953, Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica con apenas minutos de diferencia. Según testigos, fueron necesarias cinco descargas eléctricas para declarar muerta a Ethel, un detalle macabro que aumentó la controversia sobre el caso.
La ejecución de Ethel fue particularmente perturbadora. Después de las tres descargas estándar, los médicos comprobaron que seguía con vida. Se necesitaron dos descargas adicionales para matarla, mientras humo salía de su cabeza. El verdugo, Joseph Francel, más tarde declaró que nunca había visto algo así en sus 140 ejecuciones previas y que le perseguiría el resto de su vida. ¿Coincidencia o una muestra del ensañamiento institucional? Este detalle brutal fue censurado en muchos medios estadounidenses, pero ampliamente reportado en Europa, alimentando la narrativa de una pareja martirizada por sus ideas políticas más que por evidencias concretas. Jean-Paul Sartre lo describió como “un linchamiento legal que ha manchado con sangre a toda América”.
El legado Rosenberg: La lucha de sus hijos
Michael y Robert Rosenberg, de 10 y 6 años cuando sus padres fueron ejecutados, fueron adoptados por Abel y Anne Meeropol después de que ningún familiar quisiera acogerlos por miedo a las represalias. Los hermanos crecieron con el apellido Meeropol y dedicaron gran parte de su vida adulta a limpiar el nombre de su madre.
En 2008, Morton Sobell, coacusado en el caso que recibió una condena de 30 años, admitió por primera vez que tanto él como Julius habían pasado información no nuclear a la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la URSS era aliada de Estados Unidos. Sin embargo, insistió en que Ethel no participó en estas actividades.
¿Sabes quién era Abel Meeropol, el hombre que adoptó a los niños Rosenberg? El compositor de “Strange Fruit”, la desgarradora canción sobre los linchamientos raciales en el sur de Estados Unidos que hizo famosa Billie Holiday. De una forma trágicamente poética, el hombre que denunció con su arte un tipo de injusticia acabó cuidando a las víctimas de otro tipo de linchamiento, esta vez ideológico y judicial. Los pequeños Rosenberg fueron rechazados por sus propias familias biológicas y pasaron por una institución antes de ser acogidos por los Meeropol. ¿Te imaginas el trauma? Sus padres ejecutados por el gobierno, sus tíos dándoles la espalda, y la sociedad tratándolos como “hijos de traidores”. Robert confesaría décadas después: “Cada día esperaba que alguien viniera a decirnos que todo había sido un terrible error”.
Nuevas evidencias: El caso que no cierra
En 2015, nuevos documentos desclasificados mostraron que la fiscalía ocultó pruebas cruciales durante el juicio. Por ejemplo, David Greenglass inicialmente había dicho que nunca había hablado con su hermana Ethel sobre espionaje, pero cambió su testimonio antes del juicio.
Más recientemente, en 2024, un documento desclasificado sugiere que los Rosenberg podrían haber sido inocentes, al menos del cargo específico de haber robado secretos sobre la bomba atómica. Este memorándum del FBI de 1956 indica que la agencia sabía que los diagramas atómicos supuestamente entregados por los Rosenberg eran técnicamente inviables y no representaban información clasificada real.
El caso Rosenberg es el ejemplo perfecto de cómo los servicios de inteligencia pueden fabricar narrativas a medida. El memorándum del FBI de 1956 revela que los famosos “bocetos de la bomba” que supuestamente Julius obtuvo de Greenglass eran tan rudimentarios e incorrectos que cualquier estudiante de física de primer año podría haberlos dibujado. Los propios científicos del FBI concluyeron que esos diagramas no tenían valor práctico para construir un arma nuclear. Sin embargo, durante tres años ocultaron esta información mientras el matrimonio esperaba en el corredor de la muerte. Y lo más terrible: el FBI tenía esta evaluación técnica antes de la ejecución pero la mantuvo en secreto hasta 2024. ¿Cuántos otros “secretos de Estado” permanecen enterrados mientras construimos narrativas históricas basadas en verdades parciales?
El caso Rosenberg en la cultura popular
La historia de los Rosenberg ha inspirado numerosas obras artísticas. La más conocida es la obra de teatro “Los Rosenberg no deben morir” de Jean-Paul Sartre, que presenta el caso como una injusticia motivada por la paranoia anticomunista. También aparecen referencias en novelas como “El libro de Daniel” de E.L. Doctorow y en la serie “Los Americans”, que explora el espionaje soviético en EE.UU. durante la Guerra Fría.
Este caso continúa siendo estudiado como un ejemplo de cómo los juicios por traición pueden verse influidos por el clima político de su época, y cómo la búsqueda de la verdad histórica es un proceso continuo que a veces requiere décadas para completarse.
Una curiosidad sobre “Los Rosenberg no deben morir”: la obra fue prohibida en Estados Unidos durante años, y cuando finalmente se representó en 1968, los actores recibieron amenazas de muerte. En la URSS, por otra parte, la historia se utilizó propagandísticamente como ejemplo de la “barbarie capitalista”. La verdadera tragedia es que la humanidad de los Rosenberg desapareció entre estas narrativas contrapuestas: para unos, simples peones en una guerra ideológica; para otros, mártires perfectos. Pocos se detuvieron a verlos como lo que también eran: una pareja que dejó dos niños huérfanos. Como escribió su hijo Robert: “La política convirtió a mis padres en símbolos, pero yo solo recuerdo a la mujer que me cantaba antes de dormir”.
Reflexión final: Historia, justicia y verdad
El caso Rosenberg sigue siendo uno de los episodios más controvertidos de la Guerra Fría estadounidense. Las pruebas desclasificadas en las últimas décadas sugieren que, aunque Julius probablemente estuvo involucrado en algún tipo de espionaje de bajo nivel, la participación de Ethel fue mínima o inexistente. Más importante aún, parece que ninguno de los dos proporcionó los “secretos de la bomba atómica” como se alegó durante el juicio.
Este caso nos invita a reflexionar sobre cómo los momentos de tensión política pueden afectar al sistema judicial, y cómo la búsqueda de chivos expiatorios puede sobreponerse a la búsqueda de la verdad. También nos recuerda la importancia de revisar constantemente nuestras narrativas históricas a medida que nuevas evidencias salen a la luz.
A continuación, te ofrecemos respuestas a las preguntas más frecuentes sobre este caso, así como algunas recomendaciones literarias para profundizar en el tema del espionaje durante la Guerra Fría.
Preguntas frecuentes sobre los espías Rosenberg
¿Quiénes fueron Julius y Ethel Rosenberg?
Julius y Ethel Rosenberg fueron un matrimonio estadounidense acusado de espionaje para la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Julius era un ingeniero eléctrico, mientras que Ethel trabajaba como secretaria. Fueron juzgados, condenados y ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, convirtiéndose en los únicos civiles estadounidenses ejecutados por espionaje durante este periodo.
¿De qué se les acusó exactamente?
Se les acusó de conspiración para cometer espionaje, específicamente de haber entregado secretos de la bomba atómica estadounidense a la Unión Soviética. La acusación formal señalaba que Julius habría reclutado a David Greenglass (hermano de Ethel) para obtener información del Proyecto Manhattan, y que Ethel habría mecanografiado estos secretos para su transmisión.
¿Qué evidencias había contra ellos?
Las principales evidencias fueron los testimonios de otros acusados, particularmente de David Greenglass y su esposa Ruth, quienes implicaron a los Rosenberg a cambio de un trato favorable. También se presentaron bocetos supuestamente de la bomba atómica y una mesa de centro hueca que supuestamente servía para fotografiar documentos secretos. Décadas después, los documentos VENONA desclasificados mostraron referencias a un espía con el nombre en clave “Liberal”, identificado como Julius Rosenberg.
¿Fueron realmente culpables?
La evidencia histórica actual sugiere que Julius probablemente participó en algún tipo de espionaje para la Unión Soviética, aunque el alcance y valor de la información que proporcionó sigue siendo objeto de debate. Respecto a Ethel, la evidencia es mucho más débil, y documentos desclasificados posteriormente indican que su condena pudo ser una táctica para presionar a Julius a confesar o a implicar a otros miembros de la supuesta red de espionaje.
¿Por qué fueron condenados a muerte?
El juez Irving Kaufman argumentó que su crimen era “peor que el asesinato” porque habían entregado el secreto de la bomba atómica a los soviéticos, poniendo en peligro a millones de estadounidenses. Según declaró: “Considero vuestro crimen peor que el asesinato… Creo que vuestra conducta al poner en manos de los rusos la bomba atómica años antes de lo que nuestros mejores científicos predijeron, ha causado ya, con el ataque comunista a Corea, la muerte de 50.000 estadounidenses.”
¿Qué pasó con los hijos de los Rosenberg?
Michael (10 años) y Robert (6 años) quedaron huérfanos tras la ejecución de sus padres. Inicialmente, ningún familiar quiso hacerse cargo de ellos por miedo a represalias. Después de pasar un tiempo en un orfanato, fueron adoptados por Abel y Anne Meeropol. Ambos hermanos cambiaron sus apellidos a Meeropol y han dedicado gran parte de su vida a limpiar el nombre de su madre, a quien consideran completamente inocente.
¿Qué nuevas evidencias han surgido después de la ejecución?
Múltiples documentos desclasificados han modificado la percepción del caso, entre ellos: los archivos VENONA (1995), que confirmaron actividades de espionaje de Julius pero contenían escasa evidencia contra Ethel; la confesión de Morton Sobell (2008), coacusado que admitió que él y Julius pasaron información no nuclear a la URSS; y un memorándum del FBI de 1956 (desclasificado en 2024) que revelaba que los supuestos esquemas de la bomba atómica eran técnicamente inviables y carecían de valor real.
¿Influyó el contexto político de la época en el juicio?
Absolutamente. El juicio ocurrió durante el auge del macartismo y la “caza de brujas” anticomunista en Estados Unidos. La paranoia sobre la infiltración comunista estaba en su punto más alto, y el caso Rosenberg sirvió como advertencia pública para cualquier simpatizante comunista. El propio fiscal Roy Cohn, estrecho colaborador del senador Joseph McCarthy, más tarde insinuó que el proceso tenía motivaciones políticas.
¿Hubo intentos de evitar la ejecución?
Sí, hubo una campaña internacional solicitando clemencia. Personalidades como Albert Einstein, Pablo Picasso, Jean-Paul Sartre y el Papa Pío XII pidieron que se conmutara la pena. También hubo protestas masivas en varias ciudades del mundo. El presidente Eisenhower rechazó conceder el indulto en dos ocasiones, argumentando que los Rosenberg habían tenido la oportunidad de confesar y obtener clemencia, pero habían decidido mantener su silencio.
¿Cómo ha influido el caso Rosenberg en la cultura popular?
El caso ha inspirado numerosas obras artísticas y culturales, entre ellas: la obra de teatro “Los Rosenberg no deben morir” de Jean-Paul Sartre; la novela “El libro de Daniel” de E.L. Doctorow (posteriormente adaptada al cine); referencias en la serie “Los Americans”; el documental “Heir to an Execution” dirigido por su nieta Ivy Meeropol; y múltiples libros académicos y periodísticos que continúan debatiendo la culpabilidad y el contexto político del caso.
RECOMENDACIONES LITERARIAS
El caso Rosenberg y el mundo del espionaje durante la Guerra Fría han inspirado algunas de las mejores obras de ficción de las últimas décadas. Si este fascinante capítulo de la historia te ha intrigado, estas novelas te sumergirán en la atmósfera de tensión, paranoia y secretos que caracterizó a esta época. Las siguientes obras, aunque ficticias, capturan magistralmente la esencia de este período histórico.
La caza del Octubre Rojo – Tom Clancy
En esta obra maestra del género de espionaje, Clancy nos sumerge en el mundo de la Guerra Fría submarina con una trama que entrelaza política, tecnología y conflicto ideológico. Aunque ambientada en los años 80, la novela refleja a la perfección la tensión permanente entre Estados Unidos y la Unión Soviética que caracterizó toda la época posterior al caso Rosenberg. La paranoia institucionalizada, la desconfianza sistemática y el miedo al enemigo infiltrado que vemos en esta obra son consecuencia directa de casos como el de los Rosenberg, que cimentaron décadas de hostilidad mutua entre las superpotencias.
El espía que surgió del frío – John le Carré
Considerada por muchos como la mejor novela de espionaje jamás escrita, esta obra maestra de le Carré abandona el glamour y la acción para presentarnos la cara más cruda y real del espionaje. A través de su protagonista, Alec Leamas, experimentamos la ambigüedad moral y el vacío existencial de quienes viven entre dos mundos. Le Carré captura con brillantez el ambiente de la Guerra Fría donde, como en el caso Rosenberg, la línea entre culpables e inocentes se desdibuja constantemente bajo el peso de las agendas políticas. Esta novela te ayudará a entender el complejo entramado ético al que se enfrentaban los espías de ambos bandos.
Gorki Park – Martin Cruz Smith
Esta apasionante novela policiaca ambientada en la Unión Soviética nos permite ver el otro lado del telón de acero. A través de la investigación del inspector Arkady Renko, Cruz Smith nos ofrece una visión detallada de la sociedad soviética, con sus contradicciones, limitaciones y esperanzas. Aunque se desarrolla después de la época de los Rosenberg, la novela muestra el legado de desconfianza y vigilancia que casos como este dejaron en la mentalidad soviética, donde cualquier contacto con Occidente podía interpretarse como traición. La atmósfera opresiva y los dilemas morales hacen de esta obra una lectura imprescindible para comprender la psicología colectiva durante la Guerra Fría.
El factor humano – Graham Greene
Greene, maestro de la narrativa de espionaje con profundidad psicológica, nos presenta en esta obra a Maurice Castle, un agente del MI6 con un secreto devastador. La novela explora brillantemente los conflictos de lealtad entre ideología, patria y familia, el mismo tipo de conflictos que debieron experimentar los Rosenberg. Greene se aleja de los estereotipos para mostrarnos que las motivaciones humanas son siempre complejas y rara vez responden a patrones simplistas de traición o heroísmo. Esta reflexiva novela te hará cuestionar las etiquetas de “traidores” o “patriotas” que la historia oficial asigna a figuras como los Rosenberg, revelando las zonas grises donde habitamos todos.
Estas obras no solo te entretendrán con sus apasionantes tramas, sino que te ayudarán a contextualizar mejor el clima de sospecha y tensión que envolvió casos como el de los espías Rosenberg. A través de la ficción, estos autores consiguen transmitir verdades históricas y humanas que a veces los libros de historia no logran capturar con la misma intensidad emocional.