Introducción
La Conferencia de Bruselas de 1890, también conocida como la Conferencia Antiesclavista de Bruselas, se presenta habitualmente como un hito humanitario en la historia del colonialismo europeo. Convocada por el rey Leopoldo II de Bélgica, reunió a 17 naciones occidentales bajo la aparente bandera de eliminar el comercio de esclavos en África y proteger a las poblaciones nativas. El Acta resultante estableció medidas contra la trata, reguló el comercio de armas y alcohol, y legitimó la “misión civilizadora” europea en el continente africano. Sin embargo, esta versión oficial deja en las sombras intenciones menos altruistas, contradicciones morales evidentes y consecuencias que transformaron la vida de millones de africanos. La historia que conocemos requiere una mirada más profunda sobre lo que realmente sucedió entre bambalinas de esta conferencia diplomática.
Los antecedentes: África como tablero de ajedrez europeo
La Conferencia de Bruselas no surgió de la nada. Apenas cinco años antes, en 1884-1885, la Conferencia de Berlín había formalizado las reglas para la colonización de África por parte de las potencias europeas, dividiendo efectivamente el continente como si de un pastel se tratara. Las naciones europeas, en plena expansión industrial y hambrientas de materias primas, habían comenzado la llamada “Carrera por África”.
Resulta revelador que la misma Europa que llevaba siglos beneficiándose del comercio atlántico de esclavos, enviando millones de africanos a las plantaciones americanas, de repente descubriera su vocación humanitaria justo cuando necesitaba justificar su presencia militar y económica en África. Esta coincidencia no es casual: cuando el imperialismo necesitaba una coartada moral, la abolición de la esclavitud se convirtió en el caballo de batalla perfecto.
La figura controvertida de Leopoldo II
El anfitrión de la conferencia, el rey Leopoldo II de Bélgica, se presentaba como un filantrópico preocupado por el bienestar de los africanos. Sin embargo, en 1890 ya había conseguido el reconocimiento internacional del Estado Libre del Congo como su propiedad personal, no como colonia belga.
El mismo monarca que organizaba una conferencia contra la esclavitud estaba implementando un régimen de trabajo forzado en el Congo que costaría millones de vidas. La hipocresía alcanza niveles shakespearianos cuando consideramos que el sistema de cuotas de caucho impuesto por Leopoldo era, en términos prácticos, una forma de esclavitud con otro nombre. Sus agentes cortaban manos a quienes no cumplían con las cuotas establecidas, una práctica que difícilmente encaja con el espíritu “humanitario” que supuestamente inspiraba la conferencia.
El contenido del Acta: entre la protección y el control
El Acta de la Conferencia de Bruselas, firmada el 2 de julio de 1890, establecía un elaborado sistema para:
- Combatir la trata de esclavos en sus zonas de origen
- Interceptar caravanas de esclavos
- Vigilar puertos y aguas donde operaba el comercio de esclavos
- Proteger a los esclavos liberados
- Regular el comercio de armas y alcohol
Las zonas prohibidas y el control de armas
Una de las medidas destacadas fue la creación de una “zona prohibida” que abarcaba gran parte de África central y oriental, donde se restringía severamente la importación de armas modernas.
Lo que la narrativa tradicional omite es que estas restricciones se aplicaban solo a los africanos. Los europeos podían importar todas las armas que quisieran para sus ejércitos coloniales, creando un desequilibrio militar que facilitaba la conquista. En esencia, mientras se predicaba la protección de los nativos, se les desarmaba sistemáticamente frente a las potencias invasoras. El historiador africano Cheikh Anta Diop lo resumió certeramente: “Primero nos quitaron las armas y luego nos contaron lo pacíficos que éramos”.
La regulación del alcohol: protección sanitaria o control comercial
El Acta también introdujo restricciones al comercio de bebidas alcohólicas, presentadas como medidas de salud pública.
Sin descartar la preocupación genuina por los efectos del alcohol, estas restricciones servían también para limitar una de las pocas mercancías que los comerciantes africanos podían intercambiar de forma rentable con los europeos. Al igual que con las armas, había una doble vara de medir: las bebidas “de calidad” consumidas por los europeos raramente enfrentaban las mismas restricciones que el alcohol destinado a los mercados africanos.
Las consecuencias reales: el imperialismo legitimado
Las buenas intenciones plasmadas en el Acta contrastaron dramáticamente con su implementación práctica. Lejos de proteger a los africanos, la Conferencia de Bruselas proporcionó el marco legal y moral para intensificar la ocupación europea.
La intensificación militar bajo excusa humanitaria
El artículo IX del Acta autorizaba a las potencias signatarias a establecer estaciones fortificadas, rutas y expediciones militares con el pretexto de combatir la esclavitud.
Esta cláusula funcionó como un cheque en blanco para la ocupación militar. Francia, Gran Bretaña y Alemania no tardaron en aprovecharla para expandir sus territorios. Es revelador que en los años inmediatamente posteriores a la conferencia se produjeran algunas de las campañas militares más agresivas contra reinos africanos independientes como Dahomey (actual Benín) o el imperio Mandinga de Samory Touré. El historiador Joseph Ki-Zerbo señaló que “la pólvora de los cañones europeos venía envuelta en papeles humanitarios”.
El auge de los “contratos” de trabajo
Con la esclavitud oficialmente prohibida, surgieron nuevas formas de trabajo forzado disfrazadas de empleo legítimo.
En el Congo de Leopoldo, en las plantaciones alemanas de Camerún o en las minas británicas de Rodesia, los “contratos” de trabajo a menudo eran firmados a punta de fusil o mediante engaños. La diferencia entre un esclavo del comercio árabe (que la conferencia pretendía combatir) y un “trabajador contratado” en una plantación europea muchas veces se reducía a cuestiones semánticas. Como señaló irónicamente el escritor congoleño V.Y. Mudimbe: “Nos liberaron de las cadenas para atarnos con papeles”.
La recepción africana: resistencias ignoradas
La narrativa tradicional sobre la Conferencia de Bruselas raramente menciona las reacciones de los africanos, como si estos fueran meros espectadores pasivos de decisiones que transformarían radicalmente sus sociedades.
Los líderes africanos no fueron invitados a la conferencia, a pesar de ser supuestamente los principales beneficiados. Figuras como Menelik II de Etiopía o el sultán Barghash de Zanzíbar, que habían implementado sus propias medidas contra el comercio de esclavos, fueron ignorados. Esta exclusión revelaba la naturaleza real del evento: una conversación entre europeos sobre cómo gestionar África. Parafraseando el famoso dicho, era como una conferencia de leones decidiendo sobre el futuro de las gacelas, sin invitar a ninguna gacela a la mesa.
Resistencias y adaptaciones
A pesar de la narrativa de pasividad, muchas comunidades africanas respondieron activamente a las nuevas realidades impuestas por la conferencia.
Los reinos y comunidades africanas desarrollaron estrategias complejas frente a la creciente presencia europea. Desde la resistencia armada como la del rey Behanzin de Dahomey o Samory Touré, hasta la diplomacia adaptativa de líderes como Khama III de los Tswana (en la actual Botswana), quien utilizó hábilmente la retórica antiesclavista para proteger a su pueblo del avance colonial. Estas respuestas diversas demuestran que los africanos nunca fueron piezas pasivas en el tablero imperial, sino agentes activos en la defensa de sus intereses.
El legado ambiguo: entre abolición y nuevas formas de explotación
Para 1900, una década después de la conferencia, la esclavitud tradicional había disminuido significativamente en muchas partes de África. Sin embargo, nuevas formas de explotación florecían bajo administración europea.
La historia oficial celebra la reducción del comercio de esclavos como un triunfo humanitario, pero omite que las poblaciones “liberadas” a menudo caían bajo sistemas igualmente opresivos. El trabajo forzado para construir ferrocarriles en el Congo francés, el sistema de corvée (trabajo obligatorio) en Madagascar bajo dominio francés, o los impuestos en metálico que obligaban a los africanos a trabajar en empresas europeas para conseguir dinero, crearon condiciones que en la práctica limitaban severamente la libertad. Como observó mordazmente el historiador camerunés Achille Mbembe, “cambiamos un collar de hierro por uno de papel”.
El caso revelador del Congo
Ningún ejemplo ilustra mejor las contradicciones de la Conferencia de Bruselas que el destino del Congo bajo Leopoldo II, el mismo monarca que había convocado el encuentro antiesclavista.
Entre 1890 y 1908, el régimen de Leopoldo en el Congo cobró entre 8 y 10 millones de vidas africanas según estimaciones modernas. Las atrocidades cometidas en la extracción de caucho y marfil fueron tan extremas que eventualmente provocaron uno de los primeros movimientos internacionales de derechos humanos, liderado por figuras como E.D. Morel y Roger Casement. La ironía es demoledora: el supuesto campeón de la lucha antiesclavista presidiría uno de los regímenes más brutales de la historia colonial. Como escribió Joseph Conrad en “El corazón de las tinieblas” tras su experiencia en el Congo: “El horror, el horror”.
Conclusión
La Conferencia de Bruselas de 1890 representa uno de esos momentos históricos donde las intenciones declaradas y los resultados prácticos divergen dramáticamente. Si bien contribuyó a reducir formas tradicionales de esclavitud en África, simultáneamente abrió la puerta a nuevas modalidades de explotación bajo el paraguas del colonialismo “legítimo”. Su legado nos recuerda la importancia de mirar más allá de las declaraciones oficiales para entender las verdaderas dinámicas del poder.
A continuación, encontrarás algunas preguntas frecuentes sobre este acontecimiento histórico y recomendaciones literarias para profundizar en el tema.
Preguntas frecuentes sobre la Conferencia de Bruselas de 1890
¿Cuál fue el objetivo oficial de la Conferencia de Bruselas de 1890?
El objetivo declarado de la conferencia fue combatir la trata de esclavos en África, especialmente la que operaba desde el este del continente hacia territorios árabes. Además, buscaba regular el comercio de armas y alcohol en África, y establecer medidas para la “civilización” de las poblaciones nativas. Todo esto quedó formalizado en el Acta de Bruselas firmada el 2 de julio de 1890.
¿Qué países participaron en la Conferencia de Bruselas?
La conferencia reunió a 17 naciones, principalmente europeas, entre las que se encontraban: Bélgica (como anfitriona), Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Portugal, España, Países Bajos, Austria-Hungría, Rusia, Suecia-Noruega, Dinamarca, el Imperio Otomano, Persia, Estados Unidos, el Estado Libre del Congo y Zanzíbar. Notablemente, ninguna nación africana independiente como Etiopía fue invitada a participar.
¿Por qué fue Leopoldo II de Bélgica quien organizó la conferencia?
Leopoldo II se había posicionado como un monarca preocupado por cuestiones humanitarias, particularmente en África. Esta imagen filantrópica le había permitido asegurar el reconocimiento internacional del Estado Libre del Congo como su propiedad personal en 1885. La conferencia antiesclavista reforzaba su reputación como defensor de causas humanitarias, mientras le permitía consolidar su influencia en asuntos africanos y legitimar aún más su presencia en el Congo.
¿La Conferencia de Bruselas logró reducir la esclavitud en África?
Existe evidencia de que las medidas de la conferencia, combinadas con la expansión de la administración colonial, contribuyeron a disminuir el comercio tradicional de esclavos, especialmente el que operaba desde territorios del este africano hacia el mundo árabe. Sin embargo, simultáneamente surgieron nuevas formas de trabajo forzado bajo administración europea (sistemas de contrato, trabajos obligatorios, impuestos en forma de trabajo) que en la práctica reproducían muchas características de la esclavitud.
¿Cuál es la diferencia entre la Conferencia de Berlín (1884-1885) y la Conferencia de Bruselas (1890)?
La Conferencia de Berlín se centró en establecer las reglas para la colonización europea de África, definiendo principios como la “ocupación efectiva” para reclamar territorios y garantizando la libertad de navegación en los ríos Níger y Congo. Su enfoque fue principalmente territorial y comercial. La Conferencia de Bruselas, cinco años después, se presentó con un enfoque más humanitario, concentrándose en la lucha contra la esclavitud y el tráfico de armas y alcohol. Sin embargo, ambas conferencias formaron parte del mismo proceso de imposición del control europeo sobre África.
¿Cómo reaccionaron los líderes africanos ante las decisiones de la Conferencia de Bruselas?
Al no ser invitados a la conferencia, los líderes africanos conocieron sus resoluciones a través de la implementación práctica de las mismas. Las reacciones fueron diversas: algunos, como Menelik II de Etiopía, utilizaron diplomáticamente la retórica antiesclavista para fortalecer su posición internacional; otros, como Samory Touré o el rey Behanzin de Dahomey, resistieron militarmente la expansión europea justificada bajo pretextos humanitarios. Muchas comunidades desarrollaron estrategias adaptativas complejas frente a las nuevas realidades impuestas.
RECOMENDACIONES LITERARIAS
La historia del colonialismo y sus complejas dimensiones éticas, políticas y humanas ha inspirado obras extraordinarias, tanto desde la perspectiva de la investigación histórica como desde la narrativa literaria. Estos libros te permitirán profundizar en las realidades que rodearon la Conferencia de Bruselas de 1890 y comprender mejor sus duraderas consecuencias en África y en el mundo. Te invitamos a explorar estas recomendaciones para ampliar tu perspectiva sobre este fascinante y controvertido período histórico.
El fantasma del rey Leopoldo: Una historia de codicia, terror y heroísmo en el África colonial – Adam Hochschild
Este libro revelador desentraña la hipocresía del principal impulsor de la Conferencia de Bruselas, el rey Leopoldo II de Bélgica. Hochschild documenta con escalofriante detalle cómo el monarca que se presentaba ante el mundo como un filántropo antiesclavista estableció en el Congo un régimen de terror que costó millones de vidas. La obra expone las brutales contradicciones entre los discursos humanitarios en Europa y la realidad del colonialismo en África, ofreciendo un contexto esencial para entender las verdaderas intenciones detrás de la conferencia.
Desgracia – J. M. Coetzee
En esta poderosa novela del Premio Nobel sudafricano, Coetzee explora las secuelas del colonialismo a través de la historia de un profesor universitario que debe enfrentarse a las complejas relaciones raciales y de poder en la Sudáfrica post-apartheid. Aunque ambientada en un contexto contemporáneo, la obra ilumina magistralmente los legados duraderos de las políticas coloniales que tuvieron su origen en convenciones como la de Bruselas, mostrando cómo las estructuras de dominación establecidas en el siglo XIX continúan moldeando las realidades sociales actuales.
La guerra no autorizada: La invasión del reino Zulú – Jose Antonio López Fernández
Este apasionante estudio examina uno de los conflictos más significativos de la expansión colonial en África meridional. López Fernández reconstruye meticulosamente la Guerra Anglo-Zulú de 1879, revelando cómo las justificaciones “civilizadoras” similares a las promovidas por la Conferencia de Bruselas sirvieron para legitimar agresiones militares contra reinos africanos independientes. El libro ofrece una mirada penetrante a las estrategias de resistencia africana y las tácticas de dominación europea en un momento clave del reparto colonial.
Paraíso – Abdulrazak Gurnah
Del ganador del Premio Nobel de Literatura 2021, esta extraordinaria novela transporta al lector al África Oriental de finales del siglo XIX, precisamente cuando las resoluciones de la Conferencia de Bruselas comenzaban a implementarse. A través de los ojos de Yusuf, un joven entregado como garantía de una deuda, Gurnah retrata magistralmente el complejo mosaico cultural de la región, donde comerciantes árabes, comunidades africanas y potencias europeas se entrelazaban en una danza de poder, ambición y supervivencia que transformaría para siempre el continente.
A orillas del mar – Abdulrazak Gurnah
Otra joya literaria de Gurnah que explora las cicatrices dejadas por el colonialismo en las vidas individuales. La novela sigue a Saleh Omar, un refugiado que llega a Inglaterra llevando consigo no solo un pequeño cofre de caoba, sino también el peso de una historia colonial que ha moldeado su destino. Con una prosa delicada y profundamente humana, Gurnah examina las consecuencias a largo plazo de las políticas establecidas durante la era de las conferencias coloniales, mostrando cómo sus efectos continúan reverberando en las experiencias de la diáspora africana.
El reparto de África: De la Conferencia de Berlín a los conflictos actuales – Roberto Ceamanos
Este riguroso análisis histórico ofrece una visión panorámica del proceso de colonización europea de África, situando la Conferencia de Bruselas en su contexto más amplio. Ceamanos examina con claridad y profundidad las consecuencias de las decisiones tomadas en estos encuentros diplomáticos, trazando líneas directas entre la artificial división del continente en el siglo XIX y muchos de los conflictos que persisten hasta nuestros días. Una lectura esencial para comprender cómo las fronteras dibujadas a regla en despachos europeos siguen determinando la geopolítica africana contemporánea.