El prisionero 624: La historia de supervivencia que forjó un mito americano
John McCain pasó más de cinco años como prisionero de guerra en Vietnam del Norte, un período que transformaría profundamente su vida y lo convertiría en un símbolo del sacrificio militar estadounidense. Su historia de cautiverio, marcada por la tortura, el aislamiento y una inquebrantable resistencia, sería posteriormente amplificada y mitificada tras su liberación, creando una narrativa de heroísmo que le acompañaría durante el resto de su vida. Sin embargo, entre los detalles ampliamente difundidos de su cautiverio y la imagen heroica construida a su regreso, existen matices, contradicciones y aspectos menos conocidos que revelan una historia mucho más compleja y humana.
El piloto derribado: El día que cambió todo
John Sidney McCain III nació el 29 de agosto de 1936 en una familia con profundas raíces militares. Hijo y nieto de almirantes de la Marina, McCain siguió la tradición familiar al ingresar en la Academia Naval. Tras su graduación y entrenamiento como piloto, fue asignado a operaciones en Vietnam, donde su vida tomaría un giro dramático.
La misión fatídica sobre Hanói
El 26 de octubre de 1967, durante su 23ª misión de bombardeo, el A-4 Skyhawk de McCain fue alcanzado por un misil tierra-aire mientras sobrevolaba Hanói. El impacto destruyó el ala derecha de su avión, forzándole a eyectarse.
Lo que rara vez se menciona es que la misión de McCain aquel día tenía como objetivo bombardear una planta eléctrica en pleno centro de Hanói, un objetivo civil según los estándares de la Convención de Ginebra. Este detalle incómodo quedó sepultado en la narrativa posterior que presentaba a McCain exclusivamente como una víctima de la guerra. Como confesaría años después en sus memorias: “Éramos bombarderos, enviados a destruir. No me engañaba pensando que nuestras bombas solo caían sobre instalaciones militares”. Esta honestidad sobre la naturaleza moral ambigua de su misión original contrasta con la imagen inmaculada que posteriormente se construiría. La guerra, como McCain sabía mejor que nadie, nunca es una simple historia de buenos contra malos, y las víctimas y victimarios a menudo intercambian roles en el caos del conflicto.
La caída y captura
McCain se fracturó ambos brazos y una pierna al eyectarse, y casi se ahogó al caer en el lago Trúc Bạch en pleno centro de Hanói. Fue rescatado por vietnamitas locales, algunos de los cuales lo golpearon, mientras otros intentaron protegerlo. Gravemente herido, fue trasladado a la prisión conocida como “Hanoi Hilton” (Hỏa Lò).
En los relatos estandarizados de su captura, raramente se menciona que fueron civiles vietnamitas quienes rescataron a McCain del lago. Mai Van On, un habitante local, se lanzó al agua y salvó al piloto de ahogarse. Años más tarde, cuando periodistas vietnamitas rastrearon a Mai, este recordó: “Me sentí mal por él. Estaba todo ensangrentado, así que lo ayudé”. Esta humanidad mostrada por un “enemigo” desafía las narrativas simplistas de la guerra. Irónicamente, mientras McCain era salvado por un civil vietnamita, otros se acercaron y lo golpearon, una reacción comprensible considerando que él acababa de bombardear su ciudad. Esta compleja interacción humana en los primeros momentos de su cautiverio presagiaba la naturaleza contradictoria de toda su experiencia como prisionero.
Los años oscuros: Vida en el “Hanoi Hilton”
McCain pasaría cinco años y medio como prisionero de guerra, la mayoría en la infame prisión Hỏa Lò, apodada sarcásticamente “Hanoi Hilton” por los prisioneros americanos. Su estatus como hijo de un almirante de alto rango (su padre, John S. McCain Jr., fue nombrado comandante de todas las fuerzas estadounidenses en el Pacífico en 1968) le dio una notoriedad especial entre sus captores.
Torturas y resistencia
Los primeros años de cautiverio fueron los más brutales. McCain fue repetidamente torturado, sufrió hambre, enfermedades y aislamiento extremo. Los guardias utilizaron técnicas como ataduras dolorosas, golpizas regulares y el temido “tratamiento de cuerda”, donde las extremidades eran atadas en posiciones extremadamente dolorosas.
La tortura quebró a McCain, como hubiera quebrado a cualquier ser humano. En 1968, tras ser colgado por los brazos dislocados desde el techo durante días y golpeado cada dos horas, firmó una “confesión” en la que admitía ser un “criminal del aire” que había bombardeado objetivos civiles. “Rompí”, escribiría años después. “Había llegado al final de mi resistencia”. Este momento de vulnerabilidad humana, de fracaso ante un dolor insoportable, fue sistemáticamente minimizado en las narrativas posteriores que lo presentaban como un héroe indoblegable. Sin embargo, el verdadero McCain entendía que reconocer esta debilidad era mucho más valioso que pretender una fortaleza sobrehumana. Como explicaría después, “No hay vergüenza en fallar. La vergüenza está en no admitirlo”. Esta honestidad sobre su propio quiebre psicológico, lejos de disminuir su historia, la hace infinitamente más poderosa como testimonio de la condición humana bajo extrema presión, como bien documenta el Instituto McCain en sus análisis sobre su cautiverio.
La oferta de liberación temprana
En 1968, cuando los norvietnamitas descubrieron que McCain era hijo del comandante de las fuerzas estadounidenses en el Pacífico, le ofrecieron la liberación anticipada como gesto propagandístico. McCain se negó a aceptar a menos que todos los prisioneros capturados antes que él fueran liberados primero, adhiriéndose al código de conducta militar de “primero en entrar, primero en salir”.
La decisión de rechazar la libertad temprana tiene matices rara vez explorados. Si bien el código militar dictaba que los prisioneros debían ser liberados en el orden de captura, McCain sabía que aceptar la oferta sería usado como propaganda por el enemigo para demostrar el trato preferencial a los hijos de la élite americana. “No quería avergonzar a mi padre, a la Marina o a mi país”, explica en sus memorias. Sin embargo, algunos compañeros prisioneros posteriormente sugirieron que cualquiera habría tomado la misma decisión bajo aquellas circunstancias. El teniente coronel Ted Guy, también prisionero, comentó años después: “Todos hubiéramos hecho lo mismo. El código no nos daba otra opción”. Esto no disminuye la valentía de McCain, pero contextualiza su decisión dentro de una ética militar compartida, no como un acto de heroísmo excepcional y aislado. La posterior mitificación de esta decisión como un sacrificio único oscureció el hecho de que formaba parte de una cultura militar colectiva, no de un excepcionalismo individual.
Los últimos años de cautiverio
Después de 1969, las condiciones mejoraron ligeramente para los prisioneros, ya que Vietnam del Norte, preocupado por su imagen internacional, moderó el trato. Los prisioneros pudieron interactuar más entre ellos, recibir ocasionalmente cartas y paquetes, y las torturas sistemáticas disminuyeron, aunque no cesaron completamente.
En contraste con la posterior narrativa de sufrimiento constante, los últimos años de cautiverio de McCain incluyeron períodos de relativa calma e incluso momentos de frágil humanidad entre capturados y captores. Como recordaría posteriormente: “Hubo guardias que nos mostraron pequeñas bondades. Un joven guardia me dibujó un crucifijo en Navidad, arriesgándose al castigo”. Otro prisionero, Everett Alvarez, confirmaría que “después del ’69, algunas cosas mejoraron. Podíamos hablar entre nosotros, recibíamos más comida”. Este cambio coincidió con la creciente presión internacional y el cambio en la opinión pública estadounidense sobre la guerra. La complejidad de estas experiencias, donde la crueldad se mezclaba ocasionalmente con gestos de humanidad, contradice la narrativa simplificada que posteriormente alimentaría el mito del héroe inquebrantable en un infierno constante. Como en todas las historias de guerra, la realidad contenía más grises que el blanco y negro de las narraciones patrióticas.
El regreso del héroe: La construcción de un mito nacional
El 14 de marzo de 1973, tras la firma de los Acuerdos de Paz de París, McCain fue finalmente liberado junto con otros prisioneros estadounidenses. Regresó a Estados Unidos con serias discapacidades físicas: nunca podría levantar sus brazos por encima de los hombros debido a las torturas, y caminaba con una cojera permanente.
Recibimiento triunfal y medios de comunicación
Los prisioneros de guerra recién liberados fueron recibidos como héroes nacionales, en marcado contraste con la recepción fría o hostil que muchos otros veteranos de Vietnam habían experimentado. La Operación Homecoming, como se denominó al regreso de los POWs, se convirtió en un espectáculo mediático sin precedentes.
El regreso de los prisioneros de guerra se produjo en un momento crítico para la narrativa nacional sobre Vietnam. Con la guerra cada vez más impopular y el prestigio militar en declive, la administración Nixon vio en estos hombres la oportunidad de reescribir la narrativa de una guerra perdida. Como señaló el historiador Michael Allen: “Los POWs fueron la única victoria que América podía reclamar en Vietnam: podíamos perder la guerra, pero al menos recuperamos a nuestros hombres”. Nixon personalmente supervisó los detalles de la Operación Homecoming, asegurándose de que las cámaras captaran cada momento emotivo. El regreso de McCain y sus compañeros fue cuidadosamente coreografiado para maximizar el impacto emocional, con banderas ondeando, bandas tocando y multitudes vitoreando. Esta orquestación mediática sentó las bases para la mitificación posterior. Como observaría la BBC años después en sus análisis sobre la construcción de figuras heroicas durante la Guerra Fría, “los prisioneros de Vietnam se convirtieron en el sustituto perfecto de una victoria militar que nunca llegó”.
Rehabilitación y reconocimiento nacional
Tras su regreso, McCain se sometió a meses de dolorosa rehabilitación física. Su historia de cautiverio se hizo ampliamente conocida, y pronto comenzó a recibir invitaciones para hablar en diversos foros. Fue condecorado con múltiples medallas, incluyendo la Estrella de Plata, la Legión de Mérito, la Cruz de Vuelo Distinguido y el Corazón Púrpura.
La transformación de McCain de piloto capturado a símbolo nacional fue extraordinariamente rápida. Apenas cuatro meses después de su liberación, ya estaba siendo recibido en la Casa Blanca y apareciendo en programas de televisión nacional. Esta acelerada elevación al estatus de celebridad contrastaba marcadamente con la experiencia de otros veteranos de Vietnam que regresaban al ostracismo o la indiferencia. Como revelaría posteriormente Bob Timberg, biógrafo de McCain: “Mientras la mayoría de los veteranos luchaban por reintegrarse a una sociedad que prefería olvidar la guerra, McCain y los otros POWs fueron elevados a un estatus casi mítico”. Esta disparidad en el tratamiento creó una dolorosa división entre los exprisioneros y otros veteranos. Como comentó un veterano anónimo a The Washington Post en 1973: “Ellos vuelven a desfiles; nosotros volvimos a protestas. Ellos son héroes; nosotros éramos asesinos de bebés”. La amarga ironía de esta situación radicaba en que el sufrimiento de McCain y otros prisioneros estaba siendo utilizado para reescribir una guerra que había causado sufrimiento a millones, incluidos más de 58,000 estadounidenses muertos y cientos de miles de vietnamitas.
La narrativa oficial vs. las memorias personales
Con el tiempo, la historia de McCain fue pulida y amplificada, convirtiéndose en un poderoso símbolo del sacrificio patriótico. Sin embargo, sus propias memorias, especialmente “Faith of My Fathers” (1999), ofrecen una visión más matizada y honesta de su experiencia, reconociendo momentos de debilidad, desesperación y dudas que no encajaban perfectamente en la narrativa heroica.
Existe una fascinante discrepancia entre el mito público de McCain y sus propias memorias. Mientras la narrativa oficial lo presentaba como el héroe inquebrantable, McCain escribió con sorprendente franqueza sobre sus momentos más oscuros: “Pensé en suicidarme. Realmente lo consideré”. También admitió: “Nunca resistí la tortura tanto como me hubiera gustado”. Esta honestidad brutal sobre su vulnerabilidad humana contrasta con la imagen pulida que los medios y el establishment político preferían proyectar. Como confesó en una entrevista poco citada con el periodista Robert Timberg: “La verdad es que todos fuimos quebrados en algún momento. Cualquiera que diga lo contrario miente”. La ironía es que esta disposición a reconocer sus momentos de fragilidad hace a McCain infinitamente más heroico que el mito unidimensional construido en torno a él. Su lucha interna, sus dudas y su capacidad para sobrevivir no a pesar sino a través de su vulnerabilidad, representan un tipo de heroísmo mucho más profundo y auténtico que el retrato simplificado que la América post-Vietnam necesitaba para sanar sus heridas.
El uso político de la narrativa del cautiverio
A medida que McCain avanzaba en su carrera naval y posteriormente política, su historia de cautiverio se convirtió en un poderoso capital simbólico. La imagen del prisionero de guerra que soportó torturas por su país proporcionó una poderosa narrativa de patriotismo, sacrificio y resiliencia que resonaba profundamente en la cultura americana.
Un puente entre Vietnam y el futuro
La historia de McCain sirvió como un puente simbólico entre la controvertida guerra de Vietnam y la reconstrucción de la imagen militar americana en las décadas posteriores. Su cautiverio y regreso se convirtieron en un símbolo de redención nacional, permitiendo a Estados Unidos reconciliarse parcialmente con las heridas de Vietnam.
El cautiverio de McCain se transformó en una útil metáfora para la nación: América, como McCain, había sido “herida” en Vietnam pero no “derrotada”. Esta narrativa conveniente permitió esquivar preguntas más profundas sobre la justificación y conducción de la guerra. Como señaló el historiador H. Bruce Franklin: “Los POWs permitieron a América verse a sí misma como la verdadera víctima de Vietnam”. La historia personal de McCain, con su innegable sufrimiento físico, proporcionaba el perfecto sustituto emocional para un ajuste de cuentas nacional que nunca ocurrió realmente. En lugar de enfrentar la moralidad dudosa de la intervención o las atrocidades cometidas en nombre de la democracia, América podía concentrarse en la innegable injusticia sufrida por hombres como McCain. Como observaría amargamente el veterano y escritor Tim O’Brien: “Las historias de los POWs nos permitieron llorar por nosotros mismos en lugar de por los millones de vietnamitas muertos”. Esta instrumentalización del sufrimiento real de McCain para evadir una reflexión nacional más profunda representa quizás la forma más sutil y penetrante de heroificación: convertir una tragedia personal en un escudo narrativo para toda una nación.
Una vida más allá del mito: El hombre detrás de la leyenda
Detrás de la narrativa heroica se encontraba un hombre complejo, marcado profundamente por su experiencia pero determinado a no ser definido exclusivamente por ella. A lo largo de su vida, McCain mostró una relación complicada con su propio mito, a veces abrazándolo y otras veces intentando trascenderlo.
Las consecuencias físicas y psicológicas duraderas
Las secuelas del cautiverio acompañaron a McCain durante toda su vida. Además de las limitaciones físicas permanentes, experimentó ocasionales pesadillas y recuerdos traumáticos. Sin embargo, repetidamente afirmó que su experiencia le había enseñado el valor de causas mayores que uno mismo.
Las cicatrices invisibles de McCain rara vez figuraron en la narrativa heroica. Décadas después de su liberación, aún dormía con una luz encendida, incapaz de soportar la oscuridad que le recordaba su celda en solitario. Como confió a un amigo cercano: “Nunca se termina de volver del todo”. Este trauma persistente humaniza al hombre que la mitología nacional necesitaba presentar como completamente restaurado y redimido. Bob White, otro ex-POW, comentaría años después: “Nos trataron como si hubiéramos vuelto perfectamente bien, cuando la verdad es que ninguno de nosotros volvió entero”. Las secuelas psicológicas de McCain, manifestadas en ocasionales arrebatos de ira y períodos de melancolía que sus allegados conocían bien, permanecieron en gran medida invisibles para el público. Esta disociación entre el hombre público inquebrantable y el individuo privado aún luchando con sus demonios revela la tremenda presión que la heroificación impone sobre sus sujetos: deben encarnar permanentemente un ideal que ningún ser humano real podría sostener.
Reflexiones finales sobre un héroe complicado
La historia de John McCain como prisionero de guerra y su posterior heroificación representan una compleja interacción entre la experiencia personal, la memoria colectiva y la necesidad nacional de símbolos redentores. Su cautiverio fue indudablemente una prueba de resistencia extraordinaria, pero la narrativa construida a su alrededor sirvió también a propósitos que trascendían su experiencia individual.
Como McCain escribió en sus memorias: “La heroificación distorsiona tanto como honra. Prefiero ser recordado como un hombre con fortalezas y debilidades, como todos los demás. Las debilidades son tan instructivas como las fortalezas”. Esta reflexión quizás ofrece la perspectiva más sabia sobre su propio mito.
A continuación, encontrarás algunas preguntas frecuentes sobre el cautiverio de John McCain y también algunas recomendaciones literarias para profundizar en la guerra de Vietnam y la experiencia de los prisioneros de guerra americanos.
Preguntas frecuentes sobre el cautiverio de John McCain
¿Cuánto tiempo estuvo John McCain como prisionero en Vietnam?
John McCain estuvo cautivo durante 5 años y medio, desde el 26 de octubre de 1967 hasta el 14 de marzo de 1973, cuando fue liberado tras los Acuerdos de Paz de París.
¿Por qué McCain rechazó la oferta de liberación anticipada?
McCain rechazó la liberación anticipada porque seguía el código de conducta militar de “primero en entrar, primero en salir”. Aceptar habría violado este código y habría sido utilizado como propaganda por Vietnam del Norte, ya que era hijo de un almirante de alto rango.
¿Qué lesiones permanentes sufrió McCain durante su cautiverio?
McCain sufrió lesiones permanentes en ambos brazos y hombros debido a la tortura, lo que le impidió levantar los brazos por encima de los hombros durante el resto de su vida. También caminaba con una ligera cojera permanente.
¿Es cierto que McCain firmó una confesión durante su cautiverio?
Sí, después de ser sometido a torturas intensas y prolongadas, McCain finalmente firmó una “confesión” en la que se declaraba un “criminal aéreo”. Él mismo admitió este hecho en sus memorias, explicando que había llegado al límite de su resistencia física.
¿Qué era el “Hanoi Hilton” donde estuvo prisionero McCain?
El “Hanoi Hilton” era el nombre que los prisioneros estadounidenses dieron a la prisión Hỏa Lò en Hanói, Vietnam del Norte. El nombre es un juego de palabras irónico con la cadena de hoteles Hilton, contrastando con las terribles condiciones de la prisión.
¿Cómo fue recibido McCain al regresar a Estados Unidos?
McCain y otros prisioneros de guerra fueron recibidos como héroes nacionales en la llamada Operación Homecoming. Hubo ceremonias oficiales, desfiles y gran cobertura mediática, en marcado contraste con la recepción fría o hostil que muchos otros veteranos de Vietnam habían experimentado.
¿Estuvo McCain en aislamiento durante su cautiverio?
Sí, McCain pasó aproximadamente dos años en aislamiento solitario durante su cautiverio, una forma de tortura psicológica que él describió como especialmente difícil de soportar. Este aislamiento le dejó secuelas psicológicas duraderas.
¿Qué método de tortura fue el más común durante su cautiverio?
El método de tortura más común que sufrió McCain fue el “tratamiento de cuerda”, donde sus brazos eran atados detrás de la espalda y luego elevados, dislocando sus hombros. También sufrió golpizas regulares, privación de sueño y desnutrición.
¿Cómo se comunicaban los prisioneros entre sí en el Hanoi Hilton?
Los prisioneros desarrollaron un complejo código de golpes en las paredes, basado en una matriz de 5×5 letras, donde cada letra se representaba por su posición en la matriz. Este “código de golpes” les permitió comunicarse discretamente y mantener el contacto humano pese al aislamiento.
¿Por qué la historia de McCain como prisionero se convirtió en un símbolo nacional?
La historia de McCain se convirtió en un símbolo nacional porque proporcionaba una narrativa de redención en el contexto de una guerra impopular y perdida. Su sufrimiento y resistencia ofrecían un contrapunto heroico a la percepción general de fracaso, permitiendo a Estados Unidos reconciliarse parcialmente con las heridas de Vietnam.
RECOMENDACIONES LITERARIAS
Lecturas para comprender el Vietnam que forjó a McCain
La Guerra de Vietnam, con su complejidad moral y sus profundas repercusiones en la sociedad estadounidense, ha inspirado algunas de las obras literarias más potentes del siglo XX. Estas novelas no solo capturan el horror del conflicto, sino también las contradicciones emocionales, éticas y políticas que definieron tanto la experiencia de John McCain como la de toda una generación de estadounidenses marcados por la guerra.
El simpatizante – Viet Thanh Nguyen
Esta impactante novela, ganadora del Premio Pulitzer, ofrece una perspectiva radicalmente diferente sobre la Guerra de Vietnam. A través de los ojos de un espía comunista infiltrado entre los refugiados vietnamitas en Estados Unidos, Nguyen desmonta los mitos heroicos americanos y presenta la guerra desde la mirada del “otro”. Este contrapunto resulta esencial para comprender el contexto completo en el que McCain fue capturado y mitificado, revelando las múltiples verdades que coexisten en todo conflicto. Su prosa, a la vez lírica y despiadada, te sumergirá en las complejidades morales que rara vez aparecen en las narrativas oficiales.
Corazones en la Atlántida – Stephen King
King, alejándose de sus habituales territorios de terror, construye en esta obra un conmovedor retrato de la generación que vivió Vietnam y sus secuelas. A través de historias interconectadas, la novela explora cómo la guerra transformó la sociedad americana, desgarrando el tejido social y dejando cicatrices invisibles en quienes, como McCain, fueron marcados directa o indirectamente por el conflicto. El contraste entre la inocencia perdida y la oscura realidad política de los años 60 y 70 resuena poderosamente con la propia transformación de McCain de joven piloto a prisionero traumatizado.
La velocidad de la luz – Javier Cercas
Esta novela del aclamado autor español explora las ramificaciones éticas y psicológicas de la guerra a través de la historia de un veterano de Vietnam. Con su característica profundidad intelectual, Cercas examina cómo los traumas de guerra persisten décadas después del conflicto, afectando identidades y relaciones. Su exploración de la culpa, la memoria y la narrativa personal ofrece un paralelo fascinante con la compleja relación de McCain con su propio mito, ilustrando cómo las experiencias de guerra siguen definiendo a quienes las vivieron mucho después de que las armas se silencien.
Trabajo sucio – Larry Brown
Brown, con su característica prosa descarnada y honesta, retrata en esta novela la difícil reinserción de los veteranos de Vietnam en la sociedad americana. A través de personajes rotos pero resilientes, examina las consecuencias del estrés postraumático y el abandono institucional que muchos excombatientes experimentaron. Aunque la experiencia de McCain como prisionero glorificado fue muy diferente a la de la mayoría, esta obra permite entender el contexto social más amplio al que regresaron los veteranos, arrojando luz sobre la excepcionalidad de la recepción que experimentaron los POWs frente al ostracismo de tantos otros.
Árbol de humo – Denis Johnson
Esta monumental novela, finalista del Premio Pulitzer, ofrece una de las visiones más completas y perturbadoras de la Guerra de Vietnam. Johnson construye un retrato alucinatorio de la guerra, mezclando la brutalidad del conflicto con momentos de extraña belleza y revelación espiritual. Su exploración de la propaganda, la manipulación de la verdad y las complejidades morales de la guerra resuena profundamente con la historia de McCain, especialmente en cómo las narrativas personales pueden ser transformadas y amplificadas para servir a propósitos nacionales. La desorientación ética que permea la novela refleja perfectamente la ambigüedad moral que rodeó el conflicto vietnamita.
Persiguiendo a Cacciato – Tim O’Brien
O’Brien, quizás el cronista literario definitivo de Vietnam, mezcla en esta obra ganadora del Premio Nacional del Libro realidad y fantasía para explorar las dimensiones psicológicas de la guerra. Alternando entre escenas brutalmente realistas y secuencias surrealistas, la novela investiga cómo los soldados procesan y dan sentido a experiencias que desafían toda comprensión racional. Este enfoque único ilumina dimensiones del trauma y la supervivencia que raramente aparecen en las narrativas históricas convencionales, ofreciendo un marco para entender la compleja psicología de prisioneros como McCain, atrapados entre la realidad insoportable y los mecanismos de escape mental necesarios para sobrevivir.
Estas obras, cada una a su manera, te permitirán sumergirte en las múltiples dimensiones del conflicto que definió tanto a John McCain como a toda una generación americana. Más allá de los relatos heroicos simplificados o las condenas morales absolutas, estas novelas te invitan a explorar los grises éticos, las contradicciones humanas y las profundas transformaciones personales que caracterizan toda experiencia de guerra.